El objetivo de esta pequeña serie de artículos es exponer, de forma necesariamente breve, cómo pueden haberse ido acumulando a lo largo del tiempo una cantidad tan asombrosa de falsedades sobre una figura histórica, y cómo es posible que aún se mantengan. En esta primera parte, abordaremos la conmoción que supuso en la alta sociedad Tardo Medieval que un puñado de plebeyos lograra la primera circunnavegación, un hecho que más allá de su relación con la globalización o su importancia comercial o geoestratégica, lo que consiguió fue que los europeos dejaran de añorar su pasado y comenzaran a mirar su futuro, que creyeron ilimitado.
Para ello abordaremos a través de cinco artículos los siguientes aspectos:
EL REGRESO. Reacciones que provocó su llegada y su figura: los cronistas; las autoridades; la población. Intereses políticos, conflictos sociales e ideológicos.
LA ILUSTRACIÓN QUE NO FUE: Martín Fernández de Navarrete.
LA HEGEMONÍA NACIONALISTA: Cánovas, Primo de Rivera y Franco.
EL MUNDO ACTUAL: rechazo a la apropiación europea de la historia, conflictos nacionalistas en España, crisis del nacionalismo español y e irrupción de los “nacionalismos internacionalistas”. Aculturación general. Realidad del mundo académico en España.
La llegada de Juan Sebastián y sus hombres provocó una verdadera conmoción en toda Europa. En contra de lo que, como tantas cosas, se repite sin más análisis, la vuelta al mundo no fue el comienzo de la globalización. Esta se inició cuando Bartolomeu Días dobló el cabo de Buena Esperanza, poniendo por primera vez en contacto directo Oriente con Occidente. Fue continuada por Colón al encontrarse con el continente americano, y culminada por Andrés de Urdaneta, que descubrió la ruta que permitía comunicar este con Asia. El viaje de Magallanes y Elkano, por el contrario, no tuvo ninguna relevancia comercial o geoestratégica. El estrecho de Magallanes es un paso apenas transitable, cuyo descubrimiento llegó a olvidarse en pocos años, y el cabo de Hornos, encontrado por Francisco de Hoces en la segunda expedición, también tuvo siempre un tráfico muy limitado.
De mirar al pasado, a mirar al futuro
Su efecto, sin embargo, resultó incluso más trascendental. Los europeos de finales de la Edad Media vivían con un fuerte sentimiento de inferioridad respecto a un mitificado Mundo Clásico, que soñaban con recuperar. Pero la Primera Vuelta al Mundo era algo que superaba todas las hazañas de griegos y romanos, algo con lo que ellos ni siquiera se habían atrevido a soñar. Por poner algún ejemplo, el cronista Oviedo escribió: «…el cual (Elkano) y los que con él vinieron me paresce á mí que son de más eterna memoria dignos que aquellos argonautas que con Jason navegaron […] E aquesta nao Victoria mucho más digna de pintarla y colocarla entre las estrellas que aquella de Argo […]cosa en la verdad que no se sabe si está escripta, ni vista otra su semejante ni más famosa en el mundo»[1]. «…esta empresa inaudita hasta el presente y jamás intentada desde el principio del mundo […] Si esto lo hubiera realizado un griego, ¡qué no hubieran contado en Grecia a cerca de esta novedad increíble! […] Dígase lo que hizo la nave de los argonautas, la cual, sin avergonzarse ni reírse, dicen que fue llevada al cielo. […] llego a Oetes y Medea, con sus héroes Hércules, Teseo y Jasón; no sé lo que hizo…»[2] se entusiasma Anglería. Y el nuncio papal en Alemania, Francesco Chiericati, insiste: «(los tripulantes de la Victoria) han ganado […] una reputación inmortal. Porque sin duda han ensombrecido todas las gestas de los argonautas»[3]. Ese fue el verdadero efecto de este viaje: los europeos dejaron de añorar su pasado y comenzaron a mirar hacia un futuro que creían no tenía límites. El cambio en la mentalidad que supuso la vuelta al mundo es el verdadero origen de la Edad Moderna en Europa.
Plebeyos Vs hidalgos
Pero mientras que se admiraban por el logro, esos mismos círculos intelectuales se volvieron contra sus protagonistas. Embebidos en la tradición clásica y pertenecientes todos a la alta sociedad Tardo Medieval, rígidamente dividida entre hombres de armas, quienes trabajaban con las manos y los que lo hacían con la mente, el que aquel puñado de plebeyos que ejercían, desde el capitán hasta el último paje, excepto Pigafetta, oficios considerados viles, como marinero o barbero, hubieran culminado semejante hazaña sentían que cuestionaba su propia posición. Sus manos encallecidas, sus rostros curtidos por el trabajo a la intemperie, sus maneras bruscas, su desconocimiento del latín y el griego los escandalizaban. Así, el refinado cortesano Anglería, pese a admirarse de su viaje escribía: «…los dieciocho sobrevivientes son prácticamente todos ignorantes», lo que no era cierto. En su crónica solo menciona a Elkano una vez, y como capitán de uno de los barcos de la armada de Loaysa. De todos los otros capitanes nos cuenta sus antecedentes familiares y noble origen, mientras que de Elkano se limita a decir que «fue el hombre que capitaneó la Victoria de vuelta a España». El propio Carlos I, que en carta a su tía se mostraba entusiasmado por la circunnavegación, negará a su protagonista el ingreso en la Orden de Santiago, o el mando de la siguiente expedición.
Su condición de plebeyo le perjudicó, y no solo en su época, frente a hidalgos como Magallanes o Pigafetta. Dado que se trató de una hazaña grupal, desde el principio se hizo una selección de los protagonistas en la que Magallanes jugó siempre con ventaja. A su ascendencia noble unía el haber sido elegido para comandar la expedición por el Rey, por lo que cuestionarlo podía ser entendido como dudar del buen juicio del monarca y sus consejeros. Además, demostró ser un hombre de armas, que intentó conquistar para la corona y llevar la “verdadera religión” a los “salvajes”. En contraste, Elkano se limita a patronear con éxito su nave y a negociar trueques mutuamente ventajosos con esos mismos salvajes, actitud impropia de un verdadero “caballero cristiano”. Si Anglería, cronista oficial de los Reyes católicos y Carlos I, desprecia a los sobrevivientes por su baja extracción social, con Herrera, cronista de Felipe II, se fijará de forma casi definitiva el relato oficial, “adornando” progresivamente la figura del noble héroe evangelizador y restando importancia a la del plebeyo comerciante. Herrera considera a Magallanes español, dado que cuando escribió su obra ambos reinos estaban unidos. Antes de partir, además, se naturalizó castellano, por lo que muchos españoles lo siguen teniendo por tal. Tras su independencia, Portugal tampoco intentó reivindicar la figura de quien muchos veían como un traidor.
El factor religioso
Su hazaña, además, coincidió con un momento especialmente convulso. Con España como naciente potencia mundial, la religión cristiana en occidente sufrió una sangrienta escisión entre protestantes y católicos. Ambas ramas, a la par que se enfrentaban con una crueldad inusitada en los campos de batalla, lo hacían casi con más fuerza en el ámbito ideológico. España, definida desde su creación como un país católico, hasta el punto de que sus fundadores no son conocidos como los “Reyes Unificadores” o “Los Reyes Españoles”, sino como los “Reyes Católicos”, tomó partido por la Iglesia Romana, convirtiendo al catolicismo en la justificación ideológica de sus conquistas. No es el primer imperio que se ampara en una religión, pero sí el único caso conocido en que lo hace en una religión que no controla. El único. Porque eso es algo básico para comprender la historia de España. El estado español se definió, desde el minuto cero, como católico, pero no controlaba la religión católica. Esta siempre ha estado en manos de una serie de “clanes” ajenos a España, que, por una parte, precisaban de un brazo armado para sobrevivir pero, por otra, desconfiaban de que este pudiera arrebatarles el poder. En resumen, que velaban por sus propios intereses.
Las potencias protestantes, nacidas de una revolución ideológica, comprendieron desde su origen que tan importante o más que vencer al enemigo en el campo de batalla era hacerlo en el campo de las ideas, y a conquistar ese campo han dedicado más esfuerzos que nadie anteriormente. Así, en el relato que han impuesto, sus enemigos representan siempre el mal, el mal absoluto, y ellos los aniquilan por ese motivo. Las crueldades cometidas por el Imperio Español en su “Gesta Evangelizadora” son utilizadas para justificar su propia y violenta expansión. La respuesta española fue siempre débil, confusa y, con frecuencia, contraproducente, y nunca tuvo repercusión más allá de sus propias fronteras. Y esto es así porque la educación, y el mundo de las ideas en general en España, ha estado en manos de la Iglesia Romana. Desde las primeras letras a la universidad o el mundo editorial. Y esa iglesia, lejos de convertirse en su defensora a nivel mundial, lo que hizo fue atribuirle los “excesos” durante la evangelización. Excesos que, según su versión, la Iglesia trató siempre de combatir.
Esta no era una actitud nueva, sino la continuación lógica de la lucha entre las élites que controlaban Roma y el trono imperial romano-germánico, en el que siempre vieron la mayor amenaza para su poder. Durante siglos, la iglesia combatió soterrada o abiertamente al Imperio hasta hacerlo implosionar, dotando al poder de los reyes y príncipes de los estados europeos cuya creación impulsó, de una ascendencia divina y, por lo tanto, convirtiendo al papado, al “Trono de San Pedro”, como representante de Dios en la tierra, en la única institución que podía legitimar ese poder, en detrimento del Trono Imperial. Un imperio que Carlos V intentó restaurar y en el que, por ello, la Iglesia Romana vería siempre el antecedente del Imperio Español. El Imperio Portugués, por el contrario, nunca fue percibido como una amenaza para Roma y, además, optó por aliarse con Inglaterra para sobrevivir, por lo que no fue objeto de ningún ataque ideológico desde el mundo protestante. La Iglesia aprovechó esa circunstancia para utilizarlo como un ejemplo de la “evangelización buena”, sin apenas derramamiento de sangre, en contraste con la crueldad de los españoles. Esto es lo que la Iglesia Católica ha enseñado a lo largo del mundo. Lo que estudian en un colegio o en una universidad católica de Baviera, de Boston, de Irlanda o de Australia. En todas partes, de hecho, menos en la propia España.
Así, decidió convertir a Magallanes en un mártir de la cristiandad, construyéndole una biografía a medida, similar en muchos sentidos a las de otros santos y mártires. Se trataba no solo de salvaguardar la figura del primer evangelizador de Asia (aún se adora en Filipinas al “Santo Niño de Cebú”, la supuesta figura que Pigafetta regaló a la reina de esa isla, y a la “Cruz de Magallanes”, milagrosamente salvada de la destrucción que narran con todo detalle los cronistas de la expedición), sino contraponerla a la de los controvertidos “conquistadores españoles”. Ellos serán los que difundirán la idea de Magallanes como el “visionario” que dio la vuelta al mundo, borrando a Cristóbal de Haro, el verdadero impulsor del viaje, y a Elkano, que jamás evangelizaron a nadie ni lo intentaron. Esta idea la recogerían encantados los ingleses, modificándola para, tras narrar la heroica muerte de Magallanes luchando por la civilización, poner a Drake como el hombre que “culminó su sueño” y dio por primera vez la vuelta al mundo.
Ceremonial del Santo Niño en Cebú, en la actualidad.
En el siguiente artículo de esta serie, revisaremos el papel que desempeñaron dos factores en la 'desaparición' de Juan Sebastián Elkano de las páginas de la Historia: por un lado, la pérdida de todos los testimonios originales de la expedición y, por otro, el historiador Martín Fernández de Navarrete, cuyo trabajo sobre la primera circunnavegación, lleno de inexactitudes y falsedades, es la base de toda la historiografía española sobre el tema.