El Descubrimiento de Europa II: Persia & India

Sirio Canós Donnay, Arqueóloga, Incipit-CSIC
13 AUG, 2021

Lo ‘exótico’ es algo que siempre suscita interés: misterioso y fascinante, enigmático y extraño, pero también en ocasiones grotesco o cómico; gentes de tierras distantes de quienes conocemos pinceladas e imaginamos el resto. El exotismo se presenta a menudo como una característica de los no europeos, cuando lo cierto es que es una cuestión de perspectiva: los europeos y europeas hemos sido (y en algunos casos seguimos siendo), absolutamente exóticos a ojos ajenos. En este segundo post nos centraremos en la percepción histórica de Europa y los europeos en el mundo indopersa, y en particular en dos cortes reales: las del Imperio Mogul de la Índia (s. XVI-XIX) y del Irán safávida (s. XVI-XVIII). 

En el siglo XIX, muchas cortes y palacios europeos se llenaron de pinturas ‘orientalistas’, imágenes romantizadas de exotismo oriental: banquetes indios, bailarinas persas, embajadas turcas. Lo que muchas de estas casas europeas nunca supieron es que, pocos siglos antes, ellas mismas habían sido el objeto de un fenómeno muy similar en el mundo indopersa. Conocido como ‘occidentalismo’ este estilo artístico llenó las cortes de la India mogul y el Irán safávida de escenas europeas, representando a los llamados ‘farangui’ (derivación persa de ‘francos’, término con el que se conoce a los europeos aún hoy en día en partes del sudeste asiático) como objeto de fascinación, misterio y, en ocasiones, también de burla.

 

Mercader europeo cortejando una mujer, 1640-1650, Jardines del Palacio de Isfahan (Iran). Fuente: Metropolitan Museum of Art

 

Combinando observaciones de primera mano (los comerciantes, misioneros y diplomáticos europeos presentes en sus cortes) con imágenes y documentos llegados de bibliotecas europeas, los artistas indopersas generaron un rico mundo de exotismo occidental. Las representaciones van desde figuras como Platón o el Rey Salomón a escenas con europeos y europeas anónimos recogiendo flores, cortejando cortesanas o bebiendo vino. En el caso de la corte mogul, son comunes también las caricaturas, con figuras recurrentes como la de la ‘serpiente mordiendo a europeo en la barbilla’, de origen y significado inciertos.

Grupo de europeos, India, sobre 1760, incluyendo el clásico motivo del europeo siendo mordido en la barbilla por una serpiente. Fuente: Philadelphia Museum of Art. 

 

Aunque la moda del occidentalismo no estalla hasta mediados del siglo XVI, la existencia de Europa y sus gentes era conocida mucho antes. Por ejemplo, en 1505, las crónicas reales de Kotte (reino en el actual Sri Lanka, al sur del imperio mogul) recogen la llegada de los portugueses a Colombo:

Han llegado noticias al rey de que había en el puerto una gente muy blanca y de gran belleza; llevan chaquetas y sombreros de hierro, y van de aquí para allá sin parar. Comen una especie de piedra blanca y beben sangre’.

Más allá del susto que les dieran a los paisanos de Kotte los portugueses con sus almuerzos de queso y vino, esta primera impresión destaca por ser inusualmente positiva. En lo sucesivo (y probablemente habiendo estado ya en proximidad de estos inicialmente apuestos europeos), las descripciones dejan bastante claro que la higiene de los recién llegados dejaba mucho que desear. Por ejemplo, en 1606 el escritor iraní Tahir Muhammad publica su Jardín Inmaculado (Rauzat al-Tahiran), en el que cuenta que:

La comunidad de los Firang visten finas ropas pero son a menudo desaliñados y con granos. No les gusta utilizar el agua. Se bañan muy raramente. Entre ellos, lavarse después de hacer sus necesidades es considerado impropio. Son muy diestros en el uso de armas de fuego y son particularmente valientes en barcos y en el agua. Pero no son tan valientes en tierra”.

Sobre el tema de la higiene abundan también las palabras del emperador mogul Shahjahan (recogidas por el misionero agustino Sebastião Manrique en su Itinerario de 1649), que al ser preguntado por su opinión respecto a los comerciantes europeos exclamó:  “Verdaderamente gran gente fueran los Franguis, sino tuvieran tres cosas tan malas: La primera, el seren Cafares (id est, gente sin ley), la segunda, el comeren porco; y la tercera, el no lavaren las partes por donde la naturaleza repleta expele lo superfluo de los corpóreos vientres”.

Platón (Aflatun) amansando a las fieras con su órgano, por Madhu Khanazad, 1593–95, Imperio Mogul. Fuente: British Library

 

Además de los relatos escritos desde la comodidad de la corte, disponemos también de crónicas de viajeros indopersas en Europa, particularmente abundantes a partir del s. XVII. Una de las más famosas es el Varttamanappustakam, escrita por el sacerdote cristiano siríaco Paremmakkal Tommakattanar. Esta crónica levantó tales ampollas entre la curia católica por su descripción del funcionamiento de las ordenes religiosas y la jerarquía eclesiástica que fue prohibida por el sínodo de Verapoly en 1862 (junto a las obras completas de Voltaire). Además de describir sin tapujos los tejemanejes internos de la iglesia europea, Tomakattanar describe todas las ciudades por las que pasa en sus viajes entre 1773 y 1786. De Cádiz, por ejemplo, dice:

‘La ciudad de Cádiz es una de las villas pequeñas de Europa, pero su puerto es de los buenos y espaciosos de España. Muchos barcos y muchas mercancías llegan aquí desde todos los países de Europa, Asia y muchos otros sitios […]. La villa se sitúa en terreno plano; sus fuentes están dispuestas en hileras; sus casas no son grandes ni tienen muchos pisos, pero están majestuosa y bellamente construidas. Hay una pequeña muralla que rodea la villa equipada con cañones’.

Otro famoso viajero fue el funcionario indio Mirza Abu Talib Khan (1752-1806), que entre 1799 y 1802 viajó por Inglaterra, Irlanda, Escocia y Francia. Conocido erróneamente como ‘el príncipe persa’, Khan triunfó entre las élites londinenses: todos los retratistas de moda quisieron pintarlo (seis lo consiguieron) y fue descrito por los periódicos como ‘un hombre de considerable experiencia y conocimiento del mundo’. A su vuelta a la India, publicó sus Viajes de Talib en las Tierras de los Francos (Masir-i Talibi Bilad-i Afranji), en los que explica a sus compatriotas las curiosidades de este exótico continente:

“En toda Europa, pero particularmente en Francia y en Italia, las estatuas de piedra y mármol son consideradas en gran estima. Una vez en Londres, estando yo presente, una figura que había perdido su cabeza, brazos y piernas, y de la que, en resumen, solo quedaba el tronco, se vendió por 40,000 rupias, rozando la idolatría”.

Incluye también Khan en su obra descripciones de las gentes de los distintos países. De los irlandeses, por ejemplo, cuenta que ‘no son tan intolerantes como les ingleses, ni tienen la austeridad e intolerancia de los escoceses. En valentía y determinación, hospitalidad y prodigalidad, libertad de expresión y sinceridad, sobrepasan a los ingleses y escoceses, pero les falta la prudencia y buen juicio; son sin embargo ingeniosos y rápidos de entendimiento […]. Su gran defecto nacional, no obstante, es el exceso en la bebida. Los ricos se gastan cantidades considerables en vino; y la gente común consume inmensas cantidades de un aguardiente llamado ‘whiskey’, que es la fabricación particular de este país y parte de Escocia’. No por nada eran celebradas las dotes de observación de Khan.

Mujer europea bebiendo vino, Rajahstan, India, c. 1725. Fuente: Los Angeles County Museum of Art

 

Queda claro, por tanto, que el interés por lo ‘exótico’ no es una característica occidental, sino algo que se da allá donde hay un espacio artístico y cultural con inquietud por lo distinto, ya sea la corte mogul o la de la reina Victoria. Curiosamente, este interés por lo diferente va a menudo aparejado a la convicción de que la propia cultura es la superior, y el resto anécdotas curiosas e interesantes, pero periféricas. En la corte safávida, por ejemplo, se creía que Europa debía de ser un continente paupérrimo, puesto que sus habitantes se veían forzados a viajar por el mundo en busca de riquezas y conocimiento, mientras que Irán ofrecía todo lo necesario para una vida plena en lo material e intelectual. Este tipo de perspectiva es normal y comprensible en épocas con poca información respecto al ‘otro’ pero difícil de justificar hoy en día. Sin embargo, la RAE sigue definiendo el exotismo como  la ‘tendencia a incorporar formas y estilos artísticos de países alejados de la cultura occidental’. Espero haber demostrado lo limitado y equivocado de esta definición.

 

Para saber más:

  • El Varttamanappustakam  se puede leer aquí traducido al inglés.
  • Los Viajes de Talib en las Tierras de los Francos se pueden leer aquí en inglés y aquí en italiano.
  • Sobre el occidentalismo Mughal, el libro de Mika Natif Mughal Occidentalism: Artistic encounters between Europe and Asia at the Courts of India 1580-1630 (en inglés)
  • Sobre los viajeros persas en Europa, el libro Reversing the Colonial Gaze: Persian travelers Abroad, de Hamid Dabashi (en inglés).