A diferencia de otras villas costeras, como Bermeo, la aportación fundamental de Lekeitio y Ondarroa a la expedición de Magallanes-Elkano no consistió en tripulantes, sino en dos excelentes naos: la Victoria y la Trinidad, que fueron los dos únicos barcos que llegaron a las Molucas, las islas de las especias. La Victoria, además, dio la vuelta al mundo.
En los albores del siglo XVI, en una época en la que Euskal Herria era una potencia naval que participó, con naos y hombres, en buena parte de las expediciones a ultramar, las localidades vizcaínas de Lekeitio y Ondarroa tuvieron una gran importancia como pone de manifiesto su aportación a la expedición Magallanes-Elkano, que culminó en la primera circunnavegación a la Tierra.
La aportación vasca a la primera vuelta al mundo presenta distintos puntos de interés que iremos desgranando en sucesivas colaboraciones en este blog de la Fundación Elkano500. Tenemos a los navegantes, un total de treinta y un vascos –veintidós vizcaínos y nueve guipuzcoanos– de los que regresaron seis. Realizamos ya un primer acercamiento a siete de ellos, los de Bermeo, y próximamente contaremos qué sabemos de otros como Pedro de Tolosa, Juan de Zubileta y Juan de Arratia. Porque, por encima de logros personales, y sin desmerecer al capitán Elkano –un hombre que presenta las cualidades de un líder moderno– aquel viaje por lo desconocido que duró tres años fue un trabajo colectivo.
Sin embargo, la armada de la Especiería no solo se alimentó de marinos de Euskal Herria. Los vascos participaron en la organización, en el abastecimiento, en la preparación de las naos… Y en la propia construcción de las naos: porque tres de las cinco naos de la flota, las tres que mejor comportamiento tuvieron a la hora de hacer frente a los incontables contratiempos de aquellos tres años de navegación, eran vascas. La Victoria, la Trinidad y la San Antonio.
"Kortxeleko mamuk", iglesia Andra Mari de Ondarroa.
Ondarroa y la Victoria, la nao de la vuelta al mundo
Así, Ondarroa aportó a la expedición la nao con la que Elkano dio la vuelta al mundo, la Victoria, cuyo nombre en el momento de la compra –compra forzosa, porque la Casa de la Contratación de Sevilla, organizadora del viaje, no dio opción a su propietario Domingo de Apallua – era Santa María.
Diferentes trabajos señalan que la Victoria estaría construida de madera (roble, pino, encina), cobre, bronce, plomo y lona de cáñamo. Aunque nunca lo sabremos con seguridad, se estima que su eslora (longitud) en cubierta principal sería de 21,4 m, la eslora total de 25,9 m y la manga (anchura) máxima de 6,6 m. Alcanzaría una velocidad media de 3-4 nudos (6-7 km/h). Lo que sí conocemos con exactitud, por estar registrado en los documentos de la expedición, es que su capacidad de carga, o arqueo, era de 85 toneles (equivalentes a 102 toneladas). Su peso total (desplazamiento) sería de 190 toneladas y tendría 286 metros cuadrados de velas. No cabe duda de que debía de ser una nao sólida, porque de lo contrario no habría llegado al fin del mundo y vuelto.
Su compraventa, en septiembre de 1518, se llevó a cabo en medio de discrepancias entre compradores y vendedores. Como consecuencia de ellas, el 17 de septiembre, su propietario Domingo de Apallua, de Ondarroa, otorgó una carta de poder a favor de su hijo Pedro de Arismendy, ante el escribano sevillano Bernal Gonzales de Vallesillo, en la que afirmaba que su nao Santa María (rebautizada Victoria) había sido vendida en contra de su voluntad. Asimismo, apoderaba a su hijo para que reclamase y cobrase a los oficiales de la Casa de la Contratación la cantidad de dinero correspondiente a su valor. Finalmente, declararon ante el mismo escribano que su nao había sido embargada para la armada de Magallanes por 800 ducados (300.000 mrs, equivalente a 300.00 euros actuales).
Ondarroa: vista del puerto, las Provincias Vascongadas. 185?. Grabador: Lemercier, París. Localizacióin: Koldo Mitxelena Kulturunea.
Lekeitio y la Trinidad, la nao capitana
Y si de Ondarroa es el primer barco que dio la vuelta al mundo, de Lekeitio proviene la nao capitana de la expedición, la Trinidad –en la que embarcó el portugués Fernando de Magallanes –. Con la Victoria, fue la otra única nao que alcanzó su destino, las Molucas, las islas de las especias. De Lekeitio eran, además, dos personas que tuvieron una estrecha relación con la expedición, por diferentes motivos: Nicolás de Artieta, propietario de la Trinidad (cuando aún era la Santa Catalina de Siena) y una de las personas encargadas del abastecimiento de la expedición; y el marinero Domingo de Barrutia, el único vasco que embarca en Sevilla en la nao capitana, la Trinidad, junto a Magallanes, para desaparecer en Brunei en 1521.
La Santa Catalina de Siena, rebautizada Trinidad, era una nao algo mayor que la Victoria, de 110 toneles (equivalentes a 132 toneladas). Sin embargo, por ella se pagó algo menos: 720 ducados (270.000 mrs), que el 9 de octubre de 1518 se pagaron a Juan de Leguizamón, que actuaba en nombre de Nicolás de Artieta.
Ermita de Los Juanes, en Lekeitio. 1850. Autor: Perez de Castro, Pedro. Localización: Koldo Mitxelena Kulturunea.
Además, por los documentos de la Casa de la Contratación de Sevilla relacionados con la armada de la Especiería, sabemos que Artieta estuvo encargado de aprovisionar la expedición: “porque algunas de las cosas contenidas en él (Memorial), pareciera que se hallarían mejores y a mejores precios en Vizcaya que en esa Andalucía, he mandado al capitán Nicolás de Artieta que las compre y provea en Vizcaya, y vos las envíe”. El capitán Artieta, que pertenecía a una importante familia de Lekeitio, muy bien relacionada en la corte, gozaba de la confianza de la administración castellana y no sólo se encargó de aprovisionar la flota Magallanes-Elkano, sino también las naos de otras armadas que se enviaban a las Indias.
Al recibir la orden Nicolás de Artieta viajó a Bilbao con el propósito de adquirir productos de hierro forjado, acompañado de Duarte de Barbosa – cuñado del propio Magallanes y también expedicionario–, así como de Antón Cermeño, polvorista de la Casa de la Contratación. Durante varios meses desarrolló una gran actividad. Adquirió armas, pólvora, clavazón, falconetes (cañones pequeños), lombardas (cañones grandes), ballestas, lanzas, saetas, armaduras y otros materiales para la expedición, tanto en Bizkaia como en Gipuzkoa. Para hacer frente a los gastos, recibió 1.500 ducados (562.500 maravedís). Esta partida es el primer asiento que aparece contabilizado en la Relación detallada de los gastos hechos para la armada de Magallanes que se conserva en el Archivo General de Indias en Sevilla.
Además de armas, Artieta también adquirió otros productos de hierro en Euskal Herria , como anclas, arpones de pescar, azadones, mazos, palas, picos, sierras, faroles, hachas, calderas para guisar, hierro en barras pequeñas, clavos de todo tipo, e incluso una fragua.
Domingo de Urrutia, entre los olvidados
La expedición que culminó en la primera vuelta al mundo fue, como he manifestado unas líneas más arriba, el resultado de un esfuerzo colectivo, donde intervinieron personas con cargos y papeles importantes, personas que se han llevado ‘la gloria’ de la historia, pero también –y quizá, sobre todo–, personas que difícilmente se asoman a los relatos. Uno de esos olvidados es Domingo de Barrutia, el lekeitiarra que participó en la expedición como tripulante.
Citado en los registros también como Domingo de Urrutia, era hijo de Juan de Barruti y Ochada de Guruchea. Es el único vasco que embarca en Sevilla en la nao capitana, la Trinidad, junto a Magallanes. Su sueldo era de 1.200 maravedís por mes y se le pagaron cuatro meses adelantados. No sabemos, aún, mucho más de él, pero sí un dato poco frecuente entre los marinos de la época, que sabía firmar. Y es que en una información realizada el 26 de abril de 1520 sobre el motín del puerto de San Julián (al sur de la Patagonia) aparece su firma al constatarse que el alguacil que debía hacerlo no sabía firmar.
Lekeitio, 1874. Grabador: Manchón. Localización: Koldo MItxelena Kulturunea.
Domingo de Barrutia fue apresado el 21 de julio de 1521 en Brunei, tras haber desembarcado con Elkano para llegar a acuerdos con su rey, y nunca más se supo de él, dándosele desde entonces por desaparecido. En la liquidación que se hizo tiempo después (sin fecha) se indica que se le debían 23 meses y 19 días de sueldo, quedando por abonar 23.560 mrs. Varios autos posteriores, entre 1529 y 1540, recogen que su padre, Juan Ibáñez Barruti, presentó una reclamación sobre el cobro de los salarios devengados a su hijo. ¿Llegaron a cobrar? La respuesta tendrían que darla futuras investigaciones pero podemos aventurar que, si casi veinte años después de la llegada el padre seguía pleiteando, probablemente ocurrió lo mismo que con los herederos de Elkano: estos, en tiempos de Felipe II, seguían reclamando unos pagos que nunca recibieron.
Armas adquiridas por Nicolás de Artieta en Bilbao.