Bermeo fue la población de Euskal Herria que más tripulantes aportó a la expedición de Magallanes-Elkano. Embarcaron siete bermeotarras, la mayoría hombres de mar pero también un carpintero y un calafate. De ellos, seis lo hicieron en la nao Concepción, capitaneada por Juan Sebastián Elkano. Cuatro fallecieron, uno volvió con la San Antonio y dos –el contramaestre Juan de Acurio y el paje Pedro de Chindarza– dieron la vuelta al mundo.
Magallanes y Elkano. Elkano y Magallanes. Son los nombres que han pasado a la historia y han conseguido establecerse –con mayor o menor éxito– en el imaginario colectivo sobre la primera vuelta al mundo. Sin embargo, fue éste un logro colectivo al que una villa vizcaína aportó nada menos que siete tripulantes: Bermeo. Una aportación que supera, en mucho, el tamaño de la localidad.
Los de Bermeo constituyeron el núcleo en el que se apoyó Juan Sebastián Elkano en la nao Concepción. Especialmente, el contramaestre Juan de Acurio, con quien coincidió en los preparativos de Sevilla, zarparon juntos, y juntos regresaron en la Victoria. Otro bermeotarra, el paje, o txo, Pedro de Chindarza también regresó, aunque varios meses más tarde: llegó desde Cabo Verde, donde 13 hombres fueron apresados por los portugueses en el tornaviaje.
Entre los siete de Bermeo que el 20 de septiembre de 1519 partían de Sanlúcar en la llamada armada de la Especiería, con el objetivo de llegar a las islas Molucas por occidente (y no de dar la vuelta al mundo), había un poco de todo: un contramaestre, un marinero, dos grumetes y un paje, así como un carpintero y un calafate.
Vista de Bermeo, 1783. Autor: Luis Paret y Alcázar (Madrid, 1746-1799). Museo de Bellas Artes de Bilbao
Seis de ellos embarcaron en la nao que capitaneó Elkano, la Concepción: Acurio y Chindarza, ya mencionados, así como Antón de Basozabal, Juan de Aguirre, Martín de Insaurraga y Pedro de Muguertegui. El séptimo, Pedro de Sautua, embarcó en la San Antonio – la nave que dio media vuelta antes de cruzar el que después se llamaría estrecho de Magallanes y regresó a Sevilla en 1521. Probablemente, Sautua no pudo embarcar con sus convecinos en la Concepción porque ésta ya tenía un carpintero, Domingo de Yarza, de Deba.
Gracias, fundamentalmente, al Archivo General de Indias, en Sevilla, sabemos sus nombres, la nao en la que embarcaron, su oficio, si regresaron o no de aquella increíble expedición. En algunos casos conocemos el nombre de sus padres, o de sus mujeres. Tenemos noticias también de sus sueldos, y de las liquidaciones que se les reconocieron a su regreso. También sabemos de su muerte, cuando se produjo en el contexto de la expedición –cuatro fallecieron, dejando en Bermeo viudas a María Ochoa de Acurio, María Ochoa de Artaeche y Madalena de Marcaida
Juan de Acurio, el líder que circunnavegó la Tierra con Elkano
El aspecto que más destaca del grupo de Bermeo que embarca en la expedición de Magallanes-Elkano es la solidez de sus relaciones. Son una piña. Tienen lazos familiares, de confianza y, por supuesto, de paisanaje. Su líder es Juan de Acurio que, con la aquiescencia de Elkano, les anima a embarcarse y les contrata. Aquél era un entorno difícil, cuando no hostil, y todos sentían la necesidad de protegerse mutuamente. Y Elkano necesitaba rodearse de hombres fieles.
Juan de Acurio, contramaestre de la Concepción con Elkano, era hijo de Juan Pérez de Acurio y Marina de Bérriz, vecinos de Bermeo. Inició su actividad en Sevilla en la puesta a punto de la flota el primero de marzo de 1519 como marinero-contramaestre de la Concepción. Por este trabajo recibió 565 maravedís -mrs- por medio mes (un maravedí equivalía a poco más de un euro actual). Su sueldo como contramaestre en la expedición era de 2.000 mrs mensuales. Recibió un adelanto de cuatro meses.
Embarcó con poco más de 25 años. Sabía leer y escribir, como lo exigía su cargo. Cuando en mayo de 1521, en Cebú (Filipinas), decidieron quemar la Concepción por no disponer de suficientes hombres para manejar las tres naos que quedaban por aquel entonces, pasó también como contramaestre a la Victoria, acabando en esta nao la primera circunnavegación. Elkano y Acurio mantuvieron una estrecha relación, ya desde la preparación en Sevilla de la expedición. De hecho, antes de partir se dieron mutuamente poderes sobre sus bienes.
A su llegada a Sevilla, tras haber dado la vuelta al mundo, Acurio declaró llevar un costal pequeño de una especia que se llamaba clavo de 2 arrobas y 5 libras de peso (25,3 kg), cuyo valor ascendería a 9.158 mrs. Pasó a Valladolid, donde fue recibido por el rey. En la liquidación del sueldo consta que recibió un total de 231.223 mrs, 65.848 de sueldo y 165.375 de quintaladas, una especie de sobresueldo para los expedicionarios.
En 1524, la Junta de Badajoz se reunió para resolver el contencioso de a quién correspondían las Molucas, si a Portugal o a España. Allí, Acurio realizó una extensa declaración sobre los acuerdos entre los reyes de las Molucas y los capitanes de la expedición, Elkano y Espinosa. Años después -en 1534- actuó en nombre de otros marineros vascos fallecidos durante el viaje, como Juan de Aguirre, Antón de Basozabal y Domingo de Yarza, a fin de lograr que se pagasen los sueldos a sus viudas, porque éstas “viven en mucha pobreza”. Con la información hallada a día de hoy, desconocemos si lo consiguió.
En la segunda parte de esta entrada, que publicaremos en unos días, detallaremos los datos que conocemos sobre el resto de los bermeanos que se embarcaron, de la mano del contramaestre Juan de Acurio, en la expedición de Magallanes-Elkano: Juan de Aguirre, Martín de Insaurraga, Pedro de Muguertegui, Pedro de Chindarza, Antón de Basozabal y Pedro de Sautua.
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