La cartografía del siglo XVI, una herramienta política y estratégica

Alvaro Aragón, Profesor agregado en el Departamento de Historia Medieval, Moderna y de América. UPV/EHU
26 AGO, 2019

La cartografía tuvo una importancia extraordinaria para las monarquías de la Edad Moderna. Se convirtió en una herramienta política y estratégica, de forma que el control sobre la información geográfica era absoluto hasta el punto de que solo la monarquía y sus servidores tenían acceso a ella –la Casa de la Contratación, en el caso de Castilla y Aragón.

Las geografías de los griegos Estrabón, Eratóstenes o Ptolomeo llegaron a Europa en el siglo VIII, a través de geógrafos musulmanes. Las obras de aquellos clásicos fueron imprescindibles para los portulanos que se crearon en el siglo XIV, en los que, por medio de brújulas, se señalaban las rutas marítimas principales entre puertos. Los portulanos eran útiles para la navegación de cabotaje, pero no eran suficientes para las expediciones al otro extremo del océano; aun así, fueron un paso fundamental en la evolución de la cartografía. Así como en la Edad Media el Mediterráneo fue el foco principal de Europa, a principios de la Edad Moderna, gracias al descubrimiento de América, ese foco se trasladó al Océano Atlántico. En esa nueva manera de ver la geografía en Europa, los estados de la Península Ibérica estaban en una situación estratégica entre las dos Europas –la mediterránea y la atlántica–, y se convirtieron en pioneros, gracias al comercio, la construcción naval y las técnicas de navegación. Portugueses y castellanos llegaron a las Indias, aquéllos por el sur de África y éstos cruzando el Océano Atlántico.

Mapamundi de Estrabón (29 a.C - 7 d. C.)

 

Los mapas, arcana imperii
En 1494, el Tratado de Tordesillas estableció una línea a 2.054 kilómetros de Cabo Verde, dividiendo el mundo en dos: las tierras que estaban al oeste del meridiano correspondieron a Castilla y Aragón, y las que estaban al este, a Portugal. La línea se extendía por las antípodas, es decir, por lo menos en la creencia de los castellanos, por las Molucas o Islas de las Especias. Esa creencia empujó a Carlos I a aceptar la expedición de Magallanes. El descubrimiento del Mar del Sur, la conquista de Panamá y los desacuerdos entre Portugal y Castilla llevaron el punto de interés hacia el Océano Pacífico. En ese contexto, la cartografía tuvo una importancia extraordinaria para las monarquías de la época: se convirtió en una herramienta política y estratégica, por lo que, desde entonces, se intensificó el control sobre la información geográfica, manteniéndose en secreto. Los mapas se convirtieron en arcana imperii o secretos de imperio, y sólo los reyes y sus servidores tenían acceso a ellos. Ese nuevo uso político de la ciencia tuvo diversas consecuencias: ocultamiento de información sobre nuevos descubrimientos, la prohibición de extranjeros en las expediciones y la persecución de quienes trabajaban en otros países.

A decir verdad, la Casa de la Contratación, creada en 1503, fue la que ejerció el control sobre la cartografía, en nombre de la Corona. El piloto mayor se encargaba de coordinar al grupo de geógrafos, que desarrollaba una nueva carta náutica, el Padrón Real, que se actualizaba constantemente. Para ello, utilizaba los informes y mapas generados por las expediciones, así como sus descubrimientos. Aquellos cartógrafos proporcionaban cartas de navegación a los pilotos de las nuevas expediciones, con las que conseguían sus objetivos. Cuando los pilotos volvían, daban información a los cartógrafos, para que éstos incluyeran los nuevos descubrimientos en sus mapas. Como ejemplo, se pueden destacar los siguientes cartógrafos de diversas épocas: Juan de la Cosa, Andrés Morales, Américo Vespuccio, Nuño García Toreno, Diego Riveiro, Alonso Chaves, Alonso Santa Cruz, Jerónimo Chaves y Juan López Velasco. Sus mapas facilitaron la navegación en unos tiempos en los que era muy complicado el cálculo de las longitudes. Los problemas continuaron hasta el siglo XVIII, en el que John Harrison inventó el cronómetro náutico, y Jesse Ramsden el sextante de precisión, impulsando la cartografía y las expediciones científicas como las de Malaspina o Cook. Hasta entonces, la navegación se hacía por estimación; es decir, se hacían cálculos más o menos exactos sobre la posición del barco, porque los instrumentos que utilizaban (astrolabio, cuadrante, ballestilla, reloj de arena, etc.) se hacían y calibraban a mano. Precisamente, la hazaña de la expedición dirigida por Magallanes y concluida por Elcano entre 1519 y 1522 fue realizar la vuelta al mundo navegando en muchas ocasiones por aguas desconocidas, observando las estrellas y aprovechando las corrientes marinas.

Propaganda cartográfica
Representar una tierra nueva en un mapa era el modo simbólico de hacerse con su propiedad, es decir, cada mapa daba una versión oficial del mundo. Es más, se introducían errores a propósito en los mapas, como elementos de propaganda cartográfica y de juego político. Eso ocurrió, precisamente, en el caso de las Islas Molucas. Cuando Elcano llegó a Sevilla, la disputa sobre las Molucas llegó a su punto más álgido: Joao III protestó por las especias robadas por miembros de la expedición, y Carlos I por los miembros de la expedición apresados en Cabo Verde. Magallanes llevó 24 cartas náuticas realizados por Nuño García Toreno, y gracias a la nueva información que trajo Elcano a su vuelta, en 1522 se pudo crear la carta náutica del sur de Asia. En esa carta, aparecían las Islas Filipinas, y el antimeridiano establecido por el Tratado de Tordesillas se encontraba al oeste de las Islas Molucas, con lo que la propiedad de las islas correspondía a Castilla.

Mapa de Juan de la Cosa (año 1500)

 

Primeros mapas tras la vuelta al mundo
En 1523, apareció el conocido mapa De Moluccis Insulis de Maximilianus Transylvanus, en el que se reflejaba el viaje realizado por Magallanes y Elcano. Como consecuencia de la vuelta al mundo, los geógrafos españoles centraron su atención en las islas orientales, porque no estaba claro a quién correspondía su propiedad. A fin de legitimar las expediciones que un año más tarde partirían hacia las Islas Molucas, se creó la Casa de Contratación de las Islas de las Especias de La Coruña. De allí partió en 1525 la expedición de García Jofre Loaysa. Fue, de hecho, la última expedición en la que tomó parte Juan Sebastián Elcano, pues murió en el transcurso de aquella. Entre abril y mayo de 1523, Castilla y Portugal se reunieron en Badajoz y Elvás, con el objetivo de concretar a qué monarquía pertenecían aquellos territorios. Sin embargo, no llegaron a ningún acuerdo, por las desavenencias de los cartógrafos de ambas partes. Finalmente, en 1529, Diego Riveiro completó una carta universal, en la que aparecía el mundo navegado por Elcano, el estrecho de Magallanes y la situación correcta de América. También figuraban las Islas Molucas como propiedad de España. Fue fundamental para dar fin a las disputas entre los dos estados. El mapa de Riveiro colocaba las Islas Molucas 172,5 grados al oeste de la línea establecida en el Tratado de Tordesillas. Esa manipulación geográfica, fruto de la imposibilidad técnica de calcular con exactitud las longitudes, dio a Carlos I la oportunidad de negociar con Portugal. Enterado de esa manipulación, Carlos I renunció a aquellas tierras, y Portugal se las compró por 350.000 ducados, como resultado del tratado firmado en Zaragoza.

Después del Tratado de Zaragoza, tanto portugueses como españoles hicieron muchos mapas de las Islas Molucas. En 1566, Felipe II reavivó la polémica, cuando pidió a Urdaneta y a los cosmógrafos Alonso Santa Cruz, Pedro de Medina, Francisco Falero, Jerónimo Chaves y Sancho Gutiérrez su opinión sobre la localización de las Islas Filipinas, teniendo en cuenta el Tratado de Zaragoza. Por desgracia, el informe situaba las Islas Molucas de nuevo en la zona de España. El asunto de las Islas Filipinas fue un disgusto para Felipe II durante todo su reinado, a pesar de que Portugal y España se unieron dinásticamente en 1580.

Primer mapa de América
Para terminar, el mapa de Juan de La Cosa de 1500 es considerado la primera representación de América. En el mapa que Alberto Cantino hizo en 1502, aparecía el meridiano establecido en el Tratado de Tordesillas, las Islas de las Especias y Terranova. Pero no fue hasta 1507 que apareció en un mapa la palabra América, en honor a Américo Vespuccio. Fue un mapa creado por Martín Waldsemüller. La obra Suma Geographica, publicada por Martín Fernández Enciso en 1519, fue el punto de partida de la cartografía española correspondiente a América. En general, podemos decir que en el siglo XVI la cartografía tuvo dos corrientes principales: una histórica, al estilo de Estrabón, que representaba el mundo como escenario de la historia; y otra matemática o ptolomeica, en la que los datos se imponen en la creación de los mapas.

Una nueva mirada al mundo
Por lo tanto, el descubrimiento de América y la vuelta al mundo transformaron la cartografía y el modo de ver el mundo. La cartografía dio la oportunidad de conocer mundos nuevos. Cambió el punto de vista que los europeos tenían teniamos, reforzando la visión eurocéntrica del mundo, a pesar de que Asia fue el verdadero núcleo del poder político, económico y militar hasta los siglos XVIII y XIX. Asimismo, el desarrollo de la cartografía permitió a los europeos descubrir y dominar aquellos mundos nuevos, y conseguir la hegemonía del mundo en los siglos XVIII y XIX.