La Euskal Herria medieval: una civilización marítima, del interior a la costa

Alvaro Aragón, Profesor agregado en el Departamento de Historia Medieval, Moderna y de América. UPV/EHU
7 JUN, 2019

Cuando a fines del siglo XIX comenzó a construirse el nacionalismo vasco -lo mismo que el español, francés, inglés o norteamericano-, la imagen que se estableció como arquetipo de la esencia vasca obtuvo sus referencias del mundo rural vasco, lo que algunos autores han denominado como “utopía ruralista regresiva”. Desde entonces la sociedad vasca ha vivido prácticamente de espaldas al mar, cuando, en realidad, desde el siglo XI hasta el siglo XVIII la economía marítima fue esencial y el centro y factor principal del desarrollo de la sociedad vasca.

Cuando a fines del siglo XIX comenzó a construirse el nacionalismo vasco -lo mismo que el español, francés, inglés o norteamericano-, la imagen que se estableció como arquetipo de la esencia vasca obtuvo sus referencias del mundo rural vasco, lo que algunos autores han denominado como “utopía ruralista regresiva”. En cierta manera dichos referentes son lógicos, pues asistimos a una etapa de la historia de nuestro país en la que el impacto de la industrialización fue importante, provocando, entre otras, la deslocalización de sociedades rurales o la llegada masiva de población inmigrante desde otras partes de España. De alguna forma, frente a esa realidad que venía de “fuera”, el nacionalismo vasco quiso contraponer lo puramente y en esencia vasco, en un momento en el que ya desde finales del siglo XVIII y durante todo el siglo XIX se había producido una ruralización de la economía y un abandono -a excepción de la actividad pesquera- de las actividades relacionadas con el mar, que habían presidido la vida de los territorios vascos, prácticamente desde la Alta Edad Media hasta finales del Antiguo Régimen. Desde entonces la sociedad vasca ha vivido prácticamente de espaldas al mar, cuando, en realidad, desde el siglo XI hasta el siglo XVIII la economía marítima fue esencial y el centro y factor principal del desarrollo de la sociedad vasca.

El País Vasco en su totalidad, tanto peninsular como continental, era un territorio volcado hacia el mar, más aún, una civilización marítima. Cuando se menciona la palabra “marítimo” parece que únicamente se hace referencia a los territorios costeros, pero, en realidad, también los territorios, marineros, productos, alimentos, maderas, hierros y capitales del interior participaron de esa economía. Más aún, no podríamos entender el desarrollo de los territorios vascos sin la participación de regiones como Aquitania, Bearne, Castilla, Aragón o el área cantábrica. Así mismo, no se puede entender el dinamismo de las actividades marítimas vascas sin comprender la importancia del comercio terrestre. Los vascos directamente o a través de intermediarios exportaban hierro o productos europeos a cambio de productos como sal, vino, textiles o especias mediterráneos, etc.

Gracias tanto a las redes comerciales interiores como marítimas, los territorios vascos siempre estuvieron bien abastecidos. Durante la Baja Edad Media, tanto las instituciones territoriales como las locales, a fin de garantizar la paz social, establecieron un sistema en el que el pueblo llano aceptó la capacidad de decisión de la oligarquía a cambio de que esta garantizase su abastecimiento a precios justos y aceptables, es decir, con la aceptación de ambas partes se estableció una economía moral. Las instituciones territoriales, gracias a los privilegios obtenidos de la Corona de Castilla consiguieron que Bizkaia y Gipuzkoa fuesen territorios de baja presión fiscal, convirtiéndose sus puertos en francos, en los que los productos que llegaban se mantenían en precios asequibles. Por su parte, las instituciones locales se ocuparon a partir de los siglos XIV y XV de garantizar a sus vecinos el abastecimiento de los productos de primera necesidad, como pan, carne, pescado, aceite o vino, poniéndolo a subasta para todo el año, si bien el mejor postor debía cumplir una serie de condiciones que trataban de proteger al consumidor, como el horario, condiciones de abastecimiento, los precios tasados, etc. No obstante, este sistema que protegía al consumidor, no permitía al arrendatario obtener grandes beneficios, por lo que la especulación y el contrabando fueron subterfugios habituales.

De los puertos a la vanguardia económica y política

Las actividades marítimas en el País Vasco comenzaron a desarrollarse a partir del siglo XI. La presencia de marinos y transportistas vascos en puertos del norte de Europa y el mediterráneo comenzó a hacerse habitual ya a partir del siglo XIII. Así mismo, la flota vasca participó en campañas de conquista con los reyes de Castilla, Portugal y Francia o en ataques contra la flota inglesa, en el marco de la Guerra de los Cien Años, que enfrentó a Francia, y su aliado Castilla, con Inglaterra. Pero fue a partir del siglo XV cuando dichos territorios experimentaron un impulso inusitado. La agricultura y ganadería se expandieron con fuerza, pero sin duda fueron la siderurgia, la construcción naval y el comercio las actividades que tiraron de la economía vasca. El marco legislativo foral aportó ventajas y privilegios, tanto dentro como fuera. A cambio de los servicios a la Corona y la defensa de la frontera, Bizkaia y Gipuzkoa obtuvieron la Hidalguía Universal y la libertad comercial y eso les colocó en una posición privilegiada con respecto al resto de súbditos del monarca hispánico. La extensión de la Hidalguía Universal fue un proceso largo en el tiempo, prolongándose entre los siglos XIV y XVII, que afectó a Bizkaia y Gipuzkoa, pero también a valles alaveses y navarros como Aiara, Bortziri, Erro o Zaraitzu. La Hidalguía Universal, además de incrementar el sentimiento de comunidad y garantizar la paz social en el interior, dio claras ventajas a los mercaderes, hombres de negocio, letrados, abogados y miembros de la administración real o del ejército y la armada vascos.

Muestra de esa fortaleza son los cientos y cientos de mercaderes y marineros, incluido el propio Juan Sebastián Elkano, que participaron desde los puertos vascos en el comercio con los puertos europeos. Los vascos consiguieron, tras cinco siglos de historia, estar en la vanguardia de su época: contaban con el conocimiento, la técnica, el instrumental y los capitales necesarios para llevar a cabo expediciones y navegaciones. Para entender esos logros es imprescindible mirar hacia el pasado y centrarse en la Baja Edad Media. Un periodo en el que esas sagas de mercaderes, hombres de negocios, de letras y de leyes, y navegantes gestaron su poder, primero a nivel local, y luego a nivel regional, para finalmente dar el salto a la Corte y a los mercados internacionales. La mayor parte de estos hombres pertenecían a las oligarquías que, desde al menos finales del siglo XIV, comenzaron a monopolizar los cargos concejiles, gracias a su alfabetización y su riqueza. El poder y las finanzas locales quedaron paulatinamente en manos de unas pocas familias, que pronto dieron el salto a las instituciones territoriales y, desde allí, a las altas instancias reales. Finalmente, otro de los factores que permitieron el éxito de los vascos, fue la presencia de patronos vascos en la Corte, como por ejemplo los Idiaquez o los Lazarraga, que gracias a su dominio de los rudimentos contables o administrativos, muchas veces previo paso por las instituciones locales y territoriales, finalmente ocuparon cargos importantes en el Consejo Real, las Reales Chancillerías, la Casa de la Contratación de Sevilla, la Carrera de Indias, etc.